Cuando sentimos que algo nos falta, buscamos. Buscamos lejos, casi siempre. Cuanto más lejos mejor. Pues, es complicado buscar en la familia, en los amigos, en el entorno de estudio o laboral una respuesta satisfactoria. Los demás tienen una idea de mí, que para mí no es suficiente. Se me hace pequeña su idea de mí. Mis preguntas son grandes y complejas y…, los demás me hablan de lo que se ve, de lo que parece, de lo que tendría que ser, de lo que podría ser. Pero, yo necesito que me hablen de aquello en mí que no se ve, que no es tan obvio, que cambia pese a mí mismo y cuando menos me lo espero. A veces me gusta, la mayoría de las veces no me gusta lo que cambia en mí. Generalmente, porque no puedo controlarlo. Es algo que brota o explota desde un lugar inhóspito y recóndito de mi interior.
Quiero buscar respuestas, y al mismo tiempo, no quiero. El solo hecho de pensar que si busco puedo encontrar algo que no me guste, me frena. Se me clavan los pies al suelo, se me endurece la nuca y se me engrosan los hombros con solo pensar en encontrar una respuesta sobre mí. Porque, si la encuentro… ¿Seré la misma persona? ¿Mi vida seguirá su curso como todos tienen claro, menos yo?
A veces, me sorprende una especie de euforia. No es un arrebato, sino más bien, como un ensanchamiento que siento en el cuerpo. Sí, mi cuerpo se ensancha, y una valentía inexplicable me agita y se me escapan las ganas de saber. Entonces, me muevo, miro, observo, leo, busco en Youtube… Y me agoto.
Es agotador buscar respuestas, cuando no se tiene claro qué buscar. Sobre todo, buscar, sin saber qué se busca exactamente. Porque yo no me siento bien, pero no es que esté mal.
Yo quiero encontrar respuestas a cerca de mí. De por qué con la vida que llevo no me basta. De por qué me cuesta ser feliz. De por qué nunca llego a lo que quiero conseguir. Por qué nada es suficiente, cuando tengo todo lo necesario, e incluso más de lo meramente básico para sentirme agradecimiento.
Cada vez tengo más claro que hay algo que se me escapa. Al principio, pensaba que era la edad, el estrés en el trabajo… Ahora, dudo de mí. Quiero decir, que después de media vida, no sé quién soy. Es un poco fuerte como suena, pero así es. No sé quién soy.
Y dónde busco sobre mí. Quién me puede hablar de lo me está pasando. Qué pregunto: “Hola, qué tal. Sabría usted decirme quién soy”. Seguramente me dirían: “Pues, usted sabrá. Ya tiene edad para aclararse”.
Hay una frase que no para de venirme a la cabeza. Creo que la leí…, no recuerdo bien dónde. La frase es: “Nadie sabe mejor que tú”. El que la escribió me podría explicar cómo tener claras algunas cosas. Aunque, hay una parte de la frase que sí entiendo, porque hay personas que saben mejor que tú como vivir: cuándo hay que trabajar, cuándo hay que casarme; algunos hasta te dicen con quién tienes que casarte, cuándo tener hijos, cuándo jubilarte… A mi madre le dijeron: “Debería usted estar muerta. Con lo que fuma…” a lo que mi madre contestó: “Deberíamos tantas cosas…Pero, si no es molestia. De momento, me quedo unos añitos más vivita y coleando”.
Es verdad, que a veces, no sabemos por qué no podemos hacer o dejar de hacer ciertas cosas. No sabemos…Pero, yo, quiero saber. Quiero saber realmente quién soy.