Sonreír tiene numerosos beneficios para la salud a todos los niveles de tu Ser. Se sabe que reduce el estrés, mejora el estado de ánimo, fortalece el sistema inmunológico, reduce el dolor…Pero, cómo sonreír cuando no se tienen motivos.


Cómo sonreír cuando no se tienen motivos.
Lo primero es entender que tener motivos para sonreír es una deducción errada. La sonrisa es el resultado de un nivel de consciencia. Sucede de forma natural cuando estás en el aquí y el ahora, cuando estás en presencia o presente. Es decir, cuando no te ausentas por entretenerte. Entretenerse es una palabra que tiene mucho jugo:
ENTRE – TENERSE
Es decir: entre tenerse o no tenerse a uno mismo.
Entonces, cuando no te tienes a ti mismo, te entretienes y dejas de estar presente. Es difícil sonreír delante de nada ni de nadie cuando, aunque tu cuerpo esté físicamente delante de ello, tú no te tienes a ti mismo, porque estás entretenido con otra cosa que no está físicamente delante tuyo.
Cuando estás donde se encuentra físicamente tu cuerpo, tu energía fluye y se renueva, porque se producen experiencias. Estás en estado de recepción y emisión. No hay ausentismo, ni tampoco egoísmo: solo doy, porque tengo prisa física, o solo recibo, porque tengo urgencia psíquica.
Cuando estás presente cuentas con todos tus recursos a disposición. Te tienes a ti. Estás contigo. Al estás contigo es más fácil estar con los demás. Y de forma natural surge la sonrisa sincera que refleja la alegría de estar en ti y para el otro. Lo que se habla y lo que se hace os conecta a un nivel más profundo, produciéndose un efecto sanador en ambos.
Y aunque la otra persona no esté consigo misma, tu energía la contagia creando un ambiente propicio para la comunicación, generándose comprensión sobre la circunstancia adversa que esa persona tenga. Ese contagio es empatía y compasión que brotan de ti cuando sonríes estando presente. Esto es lo que fortalece tu Ser y las relaciones que tienes con otras personas, seres vivos o situaciones.
No se trata de forzar la sonrisa en pos de encontrar la mejor manera de caerle bien al otro. Se trata de olvidar tus demandas mentales y emocionales y observar con actitud abierta las circunstancias y personas que van apareciendo en tu día a día. Con la expectación de un niño y sin expectativas adultas.
Si estás ausente estás cerrado. Cerrado a dar, recibir y compartir. Si estás presente todo tú estás abierto, dispuesto a accionar. No hay lugar para la procrastinación, porque ya estás donde quieres estar, con quién quieres estar y cómo quieres estar.
¿Estás ausente o estás presente?


Es así, porque aunque no sea el lugar que más te gusta, o la persona que mejor te cae, o no estás todo lo bien que tú sabes que puedes estar, comprendes que sí es la situación que más necesitas; para escucharte y conocerte mejor. Entonces, sonríes y la sonrisa te permite conocerte mejor y comprender la vida con mayor profundidad.
Sonreír es la liberación de las cargas del alma.
Entiende que tu personalidad deja de sonreír cuando una parte de tu ego está ocupado en defenderse. Defenderse de una humillación laboral, de un engaño de la pareja, de un rechazo de la familia, de una envidia de una amistad, etc.
Y aunque es cierto, que es beneficioso saber poner límites a todo lo que nos agrede, accionar desde la defensa no es la vía más ventajosa para recuperar la energía que sientes te ha sido robada o ultrajada. La defensa te coloca en estado de alarma, de ataque. Y este estado de alarma te rodea energéticamente generando un velo opaco que dificulta su relación con el exterior. Entonces, todo lo que te sucede tiene una carga. ¿Por qué una carga?
Imagina un personaje de ficción que se protege de las agresiones que recibe en el trabajo. Para defenderse lleva un revolver. Según avanza la trama, nuestro protagonista va sintiendo que no es suficiente con un revolver. Así que, decide comprarse una metralleta. Después, considera que le falta más protección y opta por un bazooka. Llega un momento en que recurre al tanque, porque le da mayor seguridad: él está dentro del tanque, y los demás fuera. Entre medias un muro de acero donde todo rebota.
Nuestro protagonista a generado un “velo” opaco que dificulta su relación con el exterior. Tiene la carga de llevar un revolver, una metralleta, un bazooka y un tanque.
Cuando optas por accionar desde la defensa, el alma carga con las consecuencias porque, tú te aíslas de todo y de todos, no solamente de lo que consideras te agrede. El alma no crece ni florece cuando no hay interacción con el medio. Deja de tener nutrientes, como le sucede a la planta cuando solo le echas agua de vez en cuando.
Sonreír te libera de las cargas del alma. Porque, para sonreír honestamente hace falta poseer sabiduría. La sabiduría es el regalo que llega cuando se ha comprendido que todo tiene un propósito. Y ese propósito es el mismo para todas las personas: amar.
Para amar solo se precisa estar presente para poder percibir y sentir que los otros son una parte de ti que ha decidido manifestarse con otro ropaje.
Y si el párrafo anterior te suena a “monserga religiosa” quédate con este otro argumento:
Cuando regañas a un niño, porque ha hecho algo indebido, y el niño te sonríe, porque es “pillín” y gracioso, ¿te desarma? No puedes continuar enfadado, ni regañándole, porque esa energía de ataque que tenías se esfuma, desaparece por arte de magia. Y en tu cara se dibuja una sonrisa. Así que, te encuentras reflejando la sonrisa del niño. El niño travieso te ha hecho sonreír y con ello todo tu cuerpo se libera de tensión y dejas de preocuparte por el futuro o el pasado y consigues estar presente.
No hace falta que un niño travieso te haga sonreír. Tú tienes esa capacidad puesto que, si fuiste niño, es algo que sigues siendo. Nadie puede ser algo que no ha experimentado. Por lo tanto, sabes ser niño y sabes sonreír. No hay nada que tengas que aprender. Simplemente, recuerda lo que hay en tu interior y permite que salga: sonríe.