Lo que más atrapa nuestra mente es nuestra creencia a cerca del tiempo. Como dice Albert Einstein:
«El tiempo no existe: lo inventamos. La distinción entre el pasado, el presente y el futuro es sólo una ilusión obstinadamente persistente»
Así, pues, entendemos que nuestro concepto del tiempo marca definitivamente nuestra manera de vivir al afectar de forma directa nuestra mente.
Entendemos nuestra mente, porque somos conscientes de lo que surge de ella: los pensamientos. Y estos pensamientos están gobernados por el tiempo. Y aunque, como dice Einstein, el tiempo no existe y no podemos distinguir entre pasado, presente o futuro, nuestra creencia de que sí existe, provoca esa ilusión en nuestra mente generando pensamientos que permanecen de forma obstinada recreando esa ficción. Así que, batallamos diariamente con pensamientos recurrentes que nos instan a organizar un tiempo que no existe. Es divertido, porque el resultado es una mente estresada por querer llegar a tiempo a un tiempo que no existe. ¡Vaya, galimatías!
Bueno, no nos agobiemos. Pero, ¿por qué la mente lanza pensamientos sin parar?. Porque, esto es lo habitual, aunque de ningún modo es normal. ¿Es normal no saber qué decisión tomar, porque hay “una voz” en la cabeza que no para de apremiarte con opiniones contrapuestas? Para poder entender por qué la mente hace eso, necesitas conocer cuál es el mecanismo de funcionamiento de tu mente.
Te dejo unas pistas extraídas de mi Taller Reflejo Mental para que te familiarices con su funcionamiento:
1. El Archivo de la mente
La mente tiene un archivo inmenso del que se nutre; cajones donde guarda todo tipo de conclusiones o reacciones. Cuando tú experimentas una situación ella busca otra similar para darte pistas y ubicarte. Para ello, rebusca en la información que tiene almacenada.
Esta información consta de sistemas de creencias: familia, colegio, amigos, medios de comunicación, etc. Son programas que nos van introduciendo a lo largo de nuestro desarrollo biológico, a medida que vamos creciendo.
No se puede parar la mente, solo ponerla en su sitio. Ser conscientes que se alimenta del alimento que nosotros le damos. Y este alimento que recibe de nuestra parte viene de: televisión, radio, medicina, cultura, religión (todas centradas en el catastrofismo, la negatividad, censura y crueldad), el estrés del tráfico cuando vamos al trabajo o del medio de transporte que cogemos, el estrés del trabajo con los plazos de entrega “para ayer”, etc.
2. Efecto Filtro
La mente ve la vida como cuando miramos por una lupa o un cristal empañado, con bruma, arañado o manchado que no nos deja ver la realidad, sino las manchas de fuera. Son mecanismos automáticos de reconocimiento que están almacenados, no son nuestros. La mente está a nuestro servicio, aunque su mirada está velada por un filtro; el filtro de nuestras turbulencias emocionales. Este filtro provoca que con el tiempo nos cueste más ver con claridad lo que sucede en la vida (como el protector de plástico que tiene la pantalla del móvil) y comienzan a aparecer los juicios que se convierten en prejuicio a cerca de lo observado.
Nosotros generamos pensamientos nuestros cuando voluntariamente estamos usando la mente para algo; desde la acción. De otro modo los pensamientos suceden por nosotros, a través nuestro, y nosotros no actuamos, sino que nos mantenemos en estado de contemplación.
Si les hacemos caso entra el temor, si no les hacemos caso, la mente, deja de divertirse, se aburre, se cansa y nos abandona. Hay que decir: “este pensamiento no soy yo”. Se trata de distanciarnos y observa.
De lo que sí somos responsables es de la textura, la cualidad de esos pensamientos, es decir, del alimento que le estamos proporcionando a nuestra mente para que elabore los pensamientos: cocina mediterránea o comida basura.
Cuando opinamos a cerca de algo sin haberlo experimentado en primera persona, estamos identificándonos con esa bruma que nos impide ver, estamos identificándonos con la información registrada en el archivo de la mente.
3. Efecto Centrifugado
Cuando la mente no para de opinar y sacar conclusiones durante largo tiempo se produce un “efecto centrifugado” que no nos permite pasar a la acción ni experimentar nada nuevo. No hacemos, solo contemplamos una y otra vez los mismos pensamientos. Entonces, vamos a tomar un descanso a nuestro paraíso fiscal al que vamos a llamar “La rememoración”; un lugar de añoranza que se balancea entre estos polos: “Cualquier tiempo pasado fue mejor”, “Más vale lo malo conocido que lo incierto/dudoso por conocer” (“Más vale lo malo conocido que lo bueno por conocer”). O podemos llamarlo también “La evasión”; los espacios que tomamos para excedernos en algo como la bebida, las drogas, el juego, el sexo, etc. Este paraíso fiscal existe hasta que nos pille “Hacienda” y nos pida cuentas del tiempo mal empleado, es decir, hasta que un día nuestro sistema sufre un colapso y aparecen los síntomas de alguna enfermedad. Esto se produce, porque la mente no está en el aquí y ahora, sino en el pasado y en el futuro. Y ya hemos visto que el tiempo es una construcción mental. Por lo tanto, podemos construir el concepto del tiempo de otro modo, ¿no?

4. Efecto selectivo e interpretativo
La memoria es selectiva e interpretativa. Recordamos una parte de forma sesgada, con lo cual la memoria no nos ayuda a estar presente. Es otra característica de la mente: que no recuerda lo que pasó, sino lo que interpretó. Y no lo recuerda todo, sino, la parte que le interesa. Interpreta en función de los datos que tiene almacenados y selecciona según la estadística de esos datos.
A través de la mente conseguimos no ver la realidad. La mente piensa a cerca de la realidad, no ve la realidad. La mente no sirve para comprender la vida pues siempre falta o sobra algo. En la realidad nada sobra ni falta, simplemente ES, porque está exenta de juicio.
Si piensas cómo vivir, la vida es un acto de supervivencia. Si vives la vida, la vida es la vida, sencillamente. La sed se quita bebiendo agua, no pensando cómo entender el agua, ni analizándola.
5. Efecto desplazado: pasado y futuro
Esa experiencia del pasado ya se incorporó a tu consciencia y sigue estando en ti, entonces, ¿para qué recordar algo que ni se recuerda bien y que ya está en ti? Y esos recuerdos tuvieron su valor evolutivo, no son equivocaciones o errores, no existen las culpas, porque hiciste lo que correspondía que hicieras en ese momento según tu estado de consciencia y punto.
Ahora estás en otro estado de consciencia y puedes pensar que aquello fue un error, pero no lo es, porque gracias a esa reacción eres lo que eres ahora, gracias a esa cadena de sincronicidad que puso en funcionamiento ese acontecimiento. Lo que vivimos en el pasado ya está integrado en nosotros y no hace falta que hagamos juegos mentales de recuerdo.
La mente utiliza lo que pasó y lo que puede pasar generándonos inquietud, ansiedad, preocupaciones. Nos hace sufrir en exceso cuando se escapa del control. El pasado fue real cuando fue presente.
El pasado nos facilita la perspectiva; la visión aquí y ahora, pero no la determina. Si dejas que tu pasado te determine no habrá sorpresa en tu presente, no buscarás el sorprenderte y se repetirán las mismas conclusiones del pasado. No habrá descubrimiento, solo repetición.
Los pensamientos de futuro vienen porque nos enganchamos al futuro por miedo al aquí y al ahora. Y esto pasa, porque no nos atrevemos a hacer lo que de sobra sabemos que tenemos que hacer y decimos: “mañana lo hago”. ¿Cuántas personas hay que quieren vivir diferente a como viven?
El futuro ni ha llegado a existir. Hablamos con mucha seguridad del futuro, cuando programamos con inquietud las vacaciones. Habría que usar bien esa capacidad de anticipación y no para auto engañarnos. Esto pasa cuando no aceptamos lo que vivimos y estamos “a la espera de” que suceda algo.
Vivimos en el futuro por miedo, mantenemos una situación por miedo. Cuando tomas conciencia y lo aceptas, el miedo se desdibuja. El dichoso mañana es una entelequia, porque nadie puede asegurar que llegue. El problema es que en cada momento tú no estás y no te das cuenta de que es en el presente el único momento de modular tu actitud en la vida.
6. Computador de faltas
No agradecemos a la vida la salud, y por eso no nos acordamos de la salud cuando la tenemos. Es por eso que en el proceso consciencial evolutivo necesitamos el sufrimiento. Lo creamos nosotros, porque tiene su porqué y su para qué en nuestro aprendizaje.
No podemos aprender en la alegría, la felicidad, etc., porque nuestra mente no computa cuando todo está bien; no computa la salud, sino la enfermedad, no computa la alegría, sino la tristeza. Solo hace falta darse cuenta de este funcionamiento.
Esto no tiene por qué ser así, pero para ello tenemos que dejar la mente a un lado, porque solo computa lo que falta, no lo que hay. La mente es maravillosa, pero ha llegado el momento de ponerla en su sitio, respetamos su funcionamiento, pero no vamos a engancharnos a ella. Tenemos que poner la atención en todas las cosas hermosas que nos están pasando.

El cerebro descarga lo que no es necesariamente importante, completa lo que le falta y es ciego ante lo que no le interesa.